Recuérdame, cada vez que el sol radiante se oculte en el magnífico horizonte,
en cada pequeño caracol marino que se desplace inquieto desparramando la arena,
en cada diminuto pez que huye de su depredador dejando una fugaz estela,
cuando el sudor, al fin, refresque tu tibia frente.
Recuérdame, cada vez que la llovizna humedezca tímidamente la hiedra seca,
en cada nube negra que se asome ocultando al sol naciente,
en cada hilacha descosida de la manga de tu pullover desprolijo e impertinente,
cuando un niño, columpiándose, dibuje una sonrisa en una traviesa mueca.
Recuérdame, cada vez que la leña arda en la vieja salamandra campesina,
en cada suspiro que des, envuelto en tu desgastada frazada,
en cada hoja de árbol que fluya impulsada por el viento, libre y perdida,
cuando el friolento gato del vecino maúlle temeroso detrás de su ventana.
Recuérdame, cada vez que el aroma del jazmín cobre vida en sus capullos florecientes,
en cada diente de león naciendo entre las deterioradas baldosas,
en cada canto de un Jilguero, anidando en las bellas y espinosas rosas,
cuando mires al imperioso cielo celeste y, allí, me encuentres.
Qué seré a la tarde, sino más que trozos de mí presente en cada rincón,
qué seré a la noche, sino más que partículas de todos los objetos que guarda este mundo,
hoy, de mañana, soy una;
cuando resuene en el universo el eco de mi último latido;
seré muchas.
No me olvides.
Autora: Trinidad Gallardo
Este poema es un fragmento de una obra mía más extensa titulada «Arcoíris desteñido».
Imagen: stockcake.com